Estamos solos. Ya es hora que lo sepas. Solos. Pero nunca más solos que cuando estamos en la compañía de otros.
Sé que es de noche. Que oís el viento soplando ahí afuera. Y mi voz, retumbando en tus oídos, pueden hacerte creer la ilusión de que te acompaño, que te hablo a vos, especialmente, entre todos, a vos, en la multitud de una ciudad desierta en la noche fría.
Pero no es así.
Le hablo a todos, que es lo mismo que decir a nadie. Escupo mis frases al micrófono más pendiente de mí que de quién me escucha. Solo, ignorando al operador, solo, completando el silencio. Solo, como vos, en la misma noche.
La noche. La noche que recién empieza para vos. Pero cuando llegués a amontonar tantas noches, una sobre otra, noches apiladas que rocen el techo del final, vas a entender que no hay nadie, jamás, sólo soledad. Soledad sobre soledad, años sobre años, años de soledad... solo, en tu soledad...
(transmisión clandestina número 326)
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