-Gerardo, te toca a vos.
-Gracias. Bueno… Quería desarrollar una idea sobre una tendencia que estamos viendo en los estudios de mercado…
-Perdón que te interrumpa, Gerardo… llegó tu café.
-Gracias. Dejalo ahí. Bien… Muchas gracias…
-Decías que hay una tendencia…
-Sí. En nuestros estudios…
-¿Sólo en tus estudios? ¿O en los de otros también? Porque esto puede ser un tema de diseño de la encuesta…
-En mis investigaciones. Exclusivamente. Que son las que te tienen que interesar porque por eso me pagan 20 mil al mes. Para que pueda revelarles estas tendencias de consumo, mucho antes de que lo vean otros. Porque eso mantiene a esta agencia en el primer lugar y paga mi sueldo y el de todos los que estamos aquí reunidos alrededor de esta mesa. Y el bonus tuyo de fin de año también. ¿Alguna pregunta más?
-No. Seguí Gerardo… Creo que quedó claro...
-Bien. Decía que hemos encontrado un patrón, hasta ahora desconocido, en nuestros estudios de mercado. Una línea que atraviesa la escala etaria, con mayor peso en los tramos más jóvenes, pero perceptible, también, en los otros tramos de edad. Una tendencia sostenida en los últimos años y, suficientemente tangible, para identificarla como un rasgo del mercado de la próxima década. Características: desánimo, apatía, aburrimiento, inmovilidad, pesimismo.
- Con eso va a ser un poco difícil vender un producto…
- Mientras los tratemos con las herramientas habituales, seguro que no. Pero son más y, cada vez, constituyen una proporción más creciente del mercado. Es una tendencia. Es definitivo. No hay lugar para la confusión. Ahí hay una posibilidad para quien quiera posicionarse en ese mercado en los próximos años. Es la generación de la “revolución triste”.
-¿Qué es eso?
-La “revolución triste” es un movimiento poético o filosófico, no queda claro, sumamente anárquico y escasamente integrado. Sus rasgos son virales: se esparce uno a uno, pero no hay una cabeza que lo guíe. No tiene líderes, gurúes, teóricos. Simplemente es un sentimiento de tristeza que se esparce, día a día. Por lo que hemos podido rastrear en Internet y en las redes sociales, tiene como punto de partida un llamado “manifiesto cero”, una declaración de principios de autor desconocido. Pero, advierto, no es una Biblia. No es un manual de instrucciones. Es apenas una alusión a algo que estaba ahí presente… El que lo escribió percibió lo que otros no percibieron. Pero no lo inventó…
-Disculpame que te corte, Gerardo… seguramente lo vas a decir después… pero me llama la atención… una reflexión… si me permitís…
-Seguro. Es un ida y vuelta. Decí…
-Ese grupo, si existe… no digo que lo dude… vos lo identificaste… pero, ese grupo… es por definición refractario al consumo… no veo cómo se lo puede asociar a la “causa”, digamos así…
-Ése es el desafío. Y ustedes son los especialistas en esa área. Pero ahí hay algo. Ése es el grupo que tienen que conquistar. Ese es el Santo Grial de los próximos años.
-De verdad… parece difícil.
-Habrá que aguzar la imaginación. Así como acuñaron el concepto de “verde” para atraer al movimiento ecológico o lo “étnico” para la inmigración, habrá que inventar una nueva etiqueta para uniformar este grupo, esencialmente, heterogéneo.
-Sad.
-¿Qué?
-Sad.
-No está mal.
-Le falta fuerza…
-Pero resume la idea. Se puede mejorar, pero como primera aproximación… no está nada mal…
-Con “Sad” no vamos a vender nada. ¿Qué podemos vender? ¿Ataúdes? ¿Crespones?
-Coronas fúnebres. Sogas.
-Armas…
-Cuchillos filosos…
-Turismo para las suegras…
-Está bien, está bien… un poco fuera del objetivo, pero van viendo la idea. Llamémoslo “sad”. ¿Está bien? Hay que trabajar con ese concepto, para atraer a este grupo apático al consumo. Digo… no sé… digo cualquier cosa, lo primero que se me viene a la mente, promocionar lo “sad”. Libros “sad”. Modas “sad”. Películas “sad”. Música “sad”. Es el tiempo de lo “sad”.
-Lo sad es cool.
-¡Ésa es la frase!
-Brillante…
-Me saco el sombrero por ustedes. Creí que les iba a llevar meses, llegar a un slogan como ese. Lo hicieron en diez minutos …
-Por algo somos los mejores…
-… ¡y te pagamos ese sueldo que te pagamos!
-¡Sin dudas! No les voy a llevar la contra… mientras me sigan pagando. Pero… bueno… vieron la idea. Ahora hay que trabajar en ese concepto. “Lo sad es cool”. Hay que elaborar propuestas alrededor de ese hilo temático. Generar acontecimientos para que ese grupo del mercado participe de esa experiencia… “Lo sad es cool”…
-Basura…
-¿Qué?
-¡Eso es una basura! ¿Soy el único que lo ve?
-Damián…
-No, no…. Están todos aplaudiendo al tipo como si hubiera revelado el secreto del Universo. Eso es una mierda…
-¡Damián, por fav…!
-No, no. Está bien. Es el tipo de reacción que esperaba y, por otro lado agradezco, que lo planteés, Damián… ¿Por qué no? Es lógico lo que dice. Si yo estuviera ahí, sentado de ese lado, diría lo mismo. ¿Cómo creer eso? Y yo te digo cómo: es lo que la gente piensa. No uno, no dos. Ni más de diez. Ni siquiera centenares. Millones. Millones de tipos, de todas las edades, que se proponen estar tristes…
-No lo podés saber…
-Lo sé. Lo estudiamos. Es lo que responde la gente cuando le preguntás. ¿Si me gusta? No. Pero es lo que la gente piensa.
-Es un riesgo. El consumo se asocia a la felicidad, a la diversión, a la alegría… La gente triste no compra.
-Cambia la reacción. Pero sigue habiendo un estímulo para dirigir sus compras…
-¡Es caminar por un campo minado! Estamos abriendo una caja de Pandora… Los estamos llevando contra el consumo y si somos efectivos, si nuestras campañas funcionan… ¿cómo sabemos que van a volver? ¿Quién nos asegura que no sigan “sad” y dejen de escucharnos?
-Es un riesgo, Damián. Correcto de señalarlo. Pero el riesgo no es que planeemos una estrategia para captarlos al consumo global. El riesgo es no planear nada. Dejarlos al azar. Sin dirigirlos. Porque, te guste o no, Damián, ellos están ahí. Y no me voy a creer tan soberbio, tan poco democrático, de decirle a la gente lo que quiera pensar. Si para ellos “lo sad es cool”, pues así será. Aunque no me guste esa actitud, ese pensamiento, esa forma de ver el mundo. Pero ellos están ahí. Tristes pero están. Y si están, les puedo vender una remera negra. Para empezar... Eso sí, si lo hacemos bien. Claro. Pero, recuerden, ése es nuestro trabajo.... Si no podemos hacerlos nosotros, ¿entonces quién?
(cinta número 334-XLH, reunión número 214)
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